El reino de España, que aparece tan compacto en el mapa, se compone de varias regiones distintas, cada una de las cuales formó un reino independiente en tiempos pasados ; y a pesar de que ahora están unidas por matrimonios, herencias, conquistas y otras circunstancias, las diferencias originales, tanto geográficas como sociales, continúan sin alteración. La lengua, trajes, costumbres y carácter local de los habitantes son tan varios como el clima y las producciones del suelo. Las cadenas de montañas que atraviesan toda la Península y los profundos ríos que separan algunas partes de ella han contribuido durante muchos años, como si fuesen murallas y fosos, a cortar la comunicación y a fomentar la tendencia al aislamiento, tan común en los países montañosos, donde no abundan los buenos caminos y los puentes. Una circunstancia semejante hizo que el pueblo de la antigua Grecia se dividiese en pequeños principados, tribus y familias. Asimismo, en España, el hombre de una comarca, siguiendo el ejemplo de la naturaleza de que está rodeado, tiene poco de común con el de la comarca vecina; y estas diferencias se han aumentado y perpetuado por los antiguos celos y las inveteradas malquerencias que han persistido tenazmente en regiones pequeñas y contiguas.
El término general «España», conveniente para geógrafos y políticos, parece hecho para despistar al viajero, pues sería muy difícil afirmar una cosa por sencilla que fuese de España o los españoles que pudiera ser aplicable a todas sus heterogéneas partes. Las provincias del noroeste son más lluviosas que Devonshire, mientras que las llanuras del Centro son más secas que los desiertos de Arabia, y los litorales del Sur y Levante semejan totalmente a Argelia. El rudo agricultor gallego, el industrioso artista catalán, el alegre y voluptuoso andaluz, el taimado y vengativo valenciano, son tan esencialmente distintos entre sí (donde la unidad no es unión) como un conjunto. No hay rey de España: entre la infinidad de reinos que aparecen en las listas, el de «España» no figura: consta Rey de las Españas, Rex Hispaniarum, no Rey de España . Felipe II, llamado por sus contemporáneos el Prudente, deseando unir a sus heterogéneos súbditos, después de consolidar su dominio con la conquista de Portugal, trató de llamarse rey de España, como en realidad era; pero esta alteración no estuvo al alcance de su despotismo, por oponerse a ella resueltamente Aragón y Navarra, que nunca perdieron la esperanza de sacudir el yugo de Castilla y recobrar su antigua independencia, mientras que las provincias de la vieja y la nueva Castilla rehusaban comprometer en modo alguno su derecho de preeminencia. Estas provincias, antiguamente como ahora, tornaron la primacía en la nomenclatura: castellano es sinónimo de español y de la cepa más genuina. Castellano a las derechas significa ser español hasta la médula; hablar tiempo sin la ventaja de tiempo sin la ventaja de una metrópoli fija como Roma, París o Londres, que han sido capitales desde su fundación, y una metrópoli fija como Roma, París o Londres, que han sido capitales desde su fundación, y reconocidas y consideradas como tales.
(Richard Ford. Cosas de España. El pais de lo imprevisto. Gatherings from Spain)